viernes, 7 de septiembre de 2012

¡SANTOS Y FARC: EL CAMINO HACIA UN PAIS DE MARAVILLAS!


                         “… Juramos vencer, y venceremos”.  (Timochenko)
En una vergonzosa alocución televisiva el presidente Santos oficializó el acuerdo suscrito con la guerrilla de las Farc  para iniciar diálogos que conducirían a la firma de la paz. Acuerdo ampliamente conocido, y que se venía gestando a espaldas de los Colombianos desde el año anterior con la ayuda del presidente venezolano y la dictadura cubana.
Durante los dos primeros años del gobierno Santista se negó cualquier acercamiento con la narcoguerrilla, y se aseguraba que jamás se claudicaría en la lucha contra estos delincuentes y mucho menos se llegaría a una mesa de negociación sin el previo cumplimiento de algunas exigencias básicas, tales como: 1) Cese de hostilidades y desmovilización. 2) Dejación  y entrega de las armas. 3) Suspensión del tráfico de drogas ilícitas. 3) Cese del secuestro y esclavitud de niños por medio del reclutamiento. 4) Suspensión del secuestro extorsivo, y 5) Suspensión de ataques terroristas contra la infraestructura económica del país. Estas exigencias fueron borradas de un manotazo con el infame Marco para la Paz, impulsado por el gobierno y aprobado por un Congreso corrupto hambriento de dádivas y concesiones irregulares, donde se ofrece a las Farc sin costo alguno, impunidad total por todos sus crímenes pasados, presentes y futuros y sin una mínima exigencia de reparación a las miles de víctimas de su antisocial accionar, cosa que si se le exige a los paramilitares desmovilizados.
El Sr Santos en vista de la vertiginosa caída de su imagen por su proverbial ineptitud e inoperancia, decidió dar un salto al abismo de los diálogos con las Farc, en un desesperado intento por recomponer su deteriorado prestigio y poder así optar a la reelección, y por qué no, a una posible nominación al Nobel de paz que se decide en Oslo, donde casualmente se iniciarán los diálogos… ¡Pura coincidencia!
Después de la errática, timorata y desvertebrada alocución presidencial donde nos anunciaba la claudicación y la entrega de la nación a los narcoterroristas, tuvimos la ocasión de ver y escuchar a Timochenko, el presunto líder de la guerrilla, con un discurso de los años 60 matizado con una jerga menos caduca. Habló con la seguridad que le da el saberse vencedor, sosteniendo con vehemencia que jamás cesarían en su lucha por la reivindicación del pueblo; que no pararían sus ataques y hostilidades contra las fuerzas militares, ni los atentados terroristas contra poblaciones y la infraestructura económica del país; tampoco dejarían el secuestro extorsivo, ni el de menores de edad para insertarlo a sus fuerzas y mucho menos el tráfico de drogas fuente de su financiación. Sostuvo que se sentarán a dialogar convidados y protegidos por sus perseguidores en igualdad de condiciones hasta lograr las transformaciones, sociales, políticas y económicas necesarias para lograr el equilibrio y la igualdad entre los colombianos, lo que necesariamente se debe materializar en un acuerdo de paz.
Esta posición de las Farc no es nueva. Recordemos que en el oscuro gobierno del gris, raro y débil Pastrana Arango, el gobierno cedió entregando el Caguán como “zona de distensión” a la guerrilla, quienes continuaron con los asesinatos, secuestros, extorsiones y atentados, mientras sus negociadores se burlaban del presidente Pastrana y de todo el país, rodeados de drogas, whisky y mujeres. Fue el repudio nacional y los desafueros de estos bandoleros lo que hizo que el Presidente, en un ataque de dignidad,  dejara de hacer el ridículo y levantara la mesa de negociación, dejando como nefasta consecuencia de esa torpe aventura, a unas Farc fortalecida. Fue un período aciago para Colombia por el incremento exponencial de las acciones criminales de la guerrilla, hasta el punto que la gran mayoría de naciones democráticas del mundo los declararon como Narcoterroristas internacionales.
Por allá en los años 80, Carlos Lozano en un escrito suyo definió los acuerdos y procesos de paz como una estrategia política necesaria para la renovación y fortalecimiento de la insurgencia y no como un camino a la rendición o cese de sus actividades revolucionarias. O sea este es un cuento viejo como el del gallo capón.
El Sr Santos defiende esta absurda decisión suya con el argumento de que el 70% de los Colombianos quieren la paz. ¡Eso es falso Sr. Santos, no es el 70% sino el 100% los que queremos vivir en paz!... Por qué no dice que la inmensa mayoría del pueblo no está de acuerdo en que Usted entregue 45 millones de habitantes en manos de una ínfima minoría de 12 mil delincuentes (unos cuantos más o unos cuantos menos). Tampoco reconoce que se está arrodillando a nuestras Fuerzas Militares ante un minúsculo grupo de terroristas que no poseen ni el 10% de la capacidad militar de nuestro ejército. Este doblez de rodilla lo refrenda el General Navas cuando salió en respaldo del gobierno y reconoció a las Farc como adversario político y militar, dándole de paso  legitimidad, bajo el aplauso de los mamertos internacionales.
El Presidente muy hábilmente confunde a los “honorables” Congresistas, quienes no se han dado por enterados  que su función legislativa será remplazada por la mesa de diálogos que sesionará en La Habana, integrada por criminales narcoterroristas, desprestigiados políticos, militares vendidos y funcionarios sin peso de un fracasado gobierno, cuyo fin último es lograr un acuerdo de paz definitivo con la guerrilla insurgente sin importar el costo ni el daño que se le ocasione a la Nación. A todas estas los Congresistas no emiten ni un rebuzno porque tienen la boca llena de mermelada tropical burocrática y económica. ¡Pobres, ellos no tienen la culpa de su triste condición!
Es inaudito y reprochable que un gobernante elegido democráticamente y validado por más de 9 millones de votos, se iguale a un grupo de terroristas repudiados por la inmensa mayoría del pueblo colombiano, sentándose a dialogar  con acompañamiento de personajes de baja calaña, despóticos, dictadores y nefastos como los hermanos Castro y el Comandante, Coronel, camarada y paracaidista Hugo Chávez.
Finalmente el Sr. Santos manifestó que el “segundo tiempo” de su gobierno será pletórico de acciones que convertirán a Colombia en un país desarrollado, con equidad social y participación de todos los sectores sociales, políticos y económicos en la toma de decisiones gubernamentales bajo el manto protector de la paz que se firmará con los ángeles de las Farc. El desempleo y la delincuencia bajan; la industria, el comercio, el sector financiero y en general la economía se fortalece; hay vivienda, salud y educación para todos; los sectores agrícola, minero y energético se consolidan; se superaron los estragos producidos por el invierno. ¡Todo está bien… y ahora tendremos paz!... ¡Qué maravilla!
Nos merecemos este Presidente, también esta y la futura situación… por ingenuos y pendejos!!!
Jayne El Villatero.

P.D: ¿Bobos, ilusos o vivos los cabecillas de las Farc al nombrar a Simón Trinidad como vocero y negociador?