Después del obligado receso de fin de año; de unas vacaciones bien
ganadas para la gran mayoría de Colombianos, al final de tan duros y difíciles
meses en casi todos los aspectos de la vida nacional, que dejaron graves secuelas en las diversas regiones de nuestro heroico país, retomo la autoimpuesta
y agradable tarea de opinar, criticar, contar e interactuar por medio de este
Blog con mis amables y aguantadores lectores, que gracias a mi buen Dios han
aceptado mis salidas y comentarios muchas veces impertinentes y controversiales.
Quiero comenzar diciéndoles lo
que pienso de las festividades de fin de año en esta querida Bogotá. Me da la
impresión, así a ojo de un observador imparcial, que las hicieran por
obligación, porque las fiestas del 8, 24 y 31 con sus días previos son bien “jartas”,
como dicen los rolos. Son celebraciones frías (y no por el clima), parcas,
encerradas y violentas. El exceso en el consumo de licor es el responsable de las
riñas (¡1900 en el último día del año!), agresiones de todo tipo, múltiples
heridos, homicidios y accidentes de tránsitos con los nefastos resultados por
todos conocidos.
En otros ámbitos, vemos con
dolor y asombro que más de 120 niños fueron vilmente asesinados en el 2011,
pero la cosa pinta peor, porque en lo que va del 2012 ya han asesinado a 9. Lo
grave es que estas muertes no tienen dolientes a nivel gubernamental ni dirigencial,
con la única excepción de la senadora Gilma Gimenez. Tampoco se escuchan las
voces de las Organizaciones de Derechos Humanos, que solo las levantan cuando
se trata de presuntas violaciones de derechos de terrorista, delincuentes y
criminales.
Aquí en la Capital Petro escogió
a sus colaboradores. Sorprende la alta
participación de las mujeres en el mandato que recién se inicia. ¡Buena esa! De
igual manera llama la atención y preocupa la poca experiencia gerencial del
gabinete, así como el hecho de que nombrara en el Acueducto a una persona como Diego Bravo, que fue
sancionado por la Procuraduría General debido a sus cuestionados manejos al
frente de la CRA de Cundinamarca. ¡Mala esa!
De otra parte, se armó un
escándalo por la elección y aparente posesión de los Alcaldes de Los Córdobas y
Moñitos en el Dpto. de Córdoba, inhabilitados por encontrarse detenidos por sus
relaciones con paramilitares; pero nadie se pronuncia, ni se ha iniciado acción
alguna contra el flamante Alcalde de Bogotá que pagó condena por el porte
ilegal de armas, y por tanto también inhabilitado para ejercer el cargo.
Finalmente es vergonzoso el espectáculo
que nos brinda la inefable Fiscal General de la Nación, Vivian Morales, con su actuación
respecto a la situación de su esposo, marido y compañero Carlos Alonso Lucio,
reconocido excongresista, exconvicto, exguerrillero, de pasadas dudosas
relaciones con paramilitares y simpatizante declarado de las Farc. La Señora
Fiscal nombró, ¡sí, así como se lee!, nombró (¡ella misma!) al Fiscal 18 René Lemus Ospina para que investigue a su
marido (el de ella, claro), en remplazo del Fiscal Rodrigo Aldana que se
declaró impedido… ¿Usted nos va hacer creer, Doña Vivian, que el Fiscal Lemus
Ospina, subalterno suyo, investigará de manera exhaustiva, transparente e
imparcial al Señor Carlos Alonso Lucio?... ¡No nos crea tan pendejos! (como exclamó
nuestro camaleónico presidente), o como decía mi querido Padre, q.e.p.d.: ¡Veee
la que me encontré! (con la consabida, castiza y muy conocida seña manual)… ¡Por
la dignidad de la Nación y la
legitimidad del poder judicial, renuncie Señora Fiscal!
Claro que entiendo que debe ser
muy difícil renunciar al espléndido salario y demás emolumentos del cargo, así
como a otras jugosas prebendas, relaciones, oportunidades, poder y prestigio
que se obtienen como Fiscal General de la Nación.